El coraje iluminó el viejo mundo con la nueva luz.

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domingo, 18 de noviembre de 2012

Islandia.


Laguna de Jokursarlon (Jökulsárlón).
   Islandia es un auténtico paraíso para los amantes de la Naturaleza y la fotografía. A sus bellos paisajes, adornados con cumbres nevadas, geysers, lagunas naturales con agua caliente, glaciares, volcanes, lagunas heladas y un largo etcétera, hay que sumarle su variedad de fauna, con caballos pastando libremente, vacas, más ovejas que islandeses, renos, ballenas, focas y multitud de aves. Mención especial, por su aspecto gracioso y exclusividad, merecen los frailecillos o puffins, como les llaman allí.
 
   Está ubicada en el Océano Atlántico, el Este de Groenlandia, y tiene parte de su territorio dentro del círculo polar ártico, aunque menos de 1 km², repartido en algunas pequeñas islas, de las cuales sólo una, Grímsey, está habitada. Esta latitud marca el clima de la isla, pero es suavizado por la Corriente del Golfo, lo que la permite disfrutar de veranos con temperaturas más agradables.

   Estuvimos 12 días en la isla, con un presupuesto algo menor de 1.500 euros por persona todo incluido: avión desde Madrid, coche de alquiler, gasolina, alojamiento, comida, entradas a los distintos lugares de pago, etc. El planning del viaje fue el siguiente:

Cartel de agua embotellada.
   Día 1. Salimos de Madrid casi antes de que saliera el sol, con destino al aeropuerto internacional de Keiflavik, a unos 50 kilómetros de la capital, Reikiavik (que significa bahía humeante), vía Londres, por aquello de ahorrar en el vuelo. Llegamos a media tarde con tiempo suficiente para recoger el coche cerca del aeropuerto y partir hacia nuestro primer alojamiento, el albergue de Hostelling International en Reikiavik. Este primer día ya notamos el compromiso con la naturaleza que tienen en este país al ver un cartel sobre el agua embotellada en el que se leía que no la vendían por ser la del grifo igual de buena (o mejor).

Cascada en Pingvellir.
Geyser.
   Día 2. Nos levantamos para desayunar en el albergue y salir con destino al Parque Nacional de Pingvellir. Allí vemos el punto de encuentro de las placas tectónicas Norteamericana y la Euroasiática. De allí, vamos a ver el espectáculo natural de los Geyser, para terminar las visitas del día en una de las más deslumbrantes cascadas de Islandia, la doble cascada Gullfoss. Pasamos la noche en una cabaña en el camping de Hvolsvöllur disfrutando contemplando como la luz de la Luna tiñe de azul las montañas.


Cascada Gullfoss.
Montañas azules de Islandia.

Cascada Seljalandsfoss.
Cascada Skogarfoss.
   Día 3. Justo al lado de la carretera que nos lleva a nuestro siguiente alojamiento, paramos para ver la cascada de Seljalandsfoss y pasar andando por detrás de su cortina de agua. Sobre la marcha, decidimos no coger el barco hasta la isla de Heimaey, la única habitada de las 15 islas negras del archipiélago Vestmannaeyjar, por coincidir con una fiesta de los jóvenes locales y, según nos dicen en la oficina de venta de billetes, "vais a juntaros con 40.000 jóvenes borrachos con ganas de juerga". Seguimos ruta hasta Skogarfoss, donde hacemos un pequeño trekking después de subir una buena cantidad de escaleras hasta llegar a la parte alta de la cascada. Tras una breve parada en Vik i Myrdal para ir a la playa y ver las piedras que emergen del agua y de las que dice la leyenda que corresponden a tres trolls que se convirtieron en piedra al sorprenderles la luz del sol, continuamos hasta la laguna de  Jokulsarlon, a la que llegamos sobre las 22:30. La luz de esa hora le da a los grandes bloques de hielo que flotan en sus aguas un color azulado sorprendente. Debemos seguir para dormir en Gerdi Guess House antes de que nos denieguen la entrada por llegar a horas intempestivas.

Jokulsarlon al anochecer.
Cascada Svartifoss.
Glaciar Skaftafell.
   Día 4. Retrocedemos parte del camino recorrido el día anterior para ir a ver la cascada de Svartifoss, en el Parque Nacional de Snaefellsnes, a la que se llega tras una ruta de 1,5 horas ida y vuelta. Después de esto, y casi sin tiempo para reponer algo de fuerzas comiendo algo de fruta y chocolates, nos vamos a hacer un recorrido con crampones por el glaciar de Skaftafell, con su hielo cubierto de cenizas que recuerdan las erupciones de los volcanes cercanos. Espectacular. Volvemos a la misma granja del día anterior a dormir sin resistirnos a parar otro rato en la laguna de Jokulsarlon con la sorpresa añadida de ver las primeras focas de nuestro viaje nadando entre los enormes trozos de hielo.
Laguna de Jokulsarlon.
Glaciar de Skaftafell.
Playa de Jokulsarlon.
   Día 5. De nuevo, retrocedemos unos 30 kilómetros para ir a la laguna. Primero vamos a la playa, menos concurrida y donde llegan grandes bloques de hielo desprendidos del glaciar Skaftafell, esperando que según avance la mañana levante la niebla que oculta la laguna.
Laguna de Jokulsarlon.
Laguna de Jokulsarlon.
Laguna de Jokulsarlon.
   Cuando despeja, nos montamos en un vehículo anfibio para recorrerla y ver los icebergs de cerca. Los distintos colores del hielo, del blanco al más intenso de los azules, deja asombrado a todo el que lo ve. Imprescindible. Seguimos ruta hacia los Fiordos del Este, sin más parada que la requerida por un agente de la autoridad que nos cobra 7.500 ISK por un trozo de papel en el que se indica que íbamos a 103 km/h cuando el máximo es 90. Islandia está llena de radares, sobre todo cerca de la capital, así que en cuanto se sobrepasa la velocidad máxima, uno corre el riesgo de que le paren.
Señal de ovejas.
   Ya empezamos a ver el aspecto de la mayor parte de la isla, prácticamente despoblada y con granjas dispersas en un paisaje verde sin árboles y con más caballos y ovejas que humanos. Paramos a comer en Djupivogur, un pequeño pueblo pesquero que tiene una bonita vista de los glaciares desde el paseo marítimo. Y es gratis. Desde aquí parten los barcos que llevan a la isla de Papey, la isla de los frailecillos. Dormimos en un apartamento en Eglisstadir.

Frente del glaciar en la laguna.
Cascada Dettifoss.
Fumarola de Jardbadsholar.

   Día 6. Seguimos ruta y nos desviamos para ver la cascada de Dettifoss, con 45 metros de altura, 100 de anchura y un caudal de 193 m3/s, lo que la convierte en la más caudalosa de Europa. Elegimos el camino en peor estado pero el que te lleva al mejor lado para verla y el menos concurrido.
Cascada Dettifoss.
Jardbadsholar.
  Retrocedemos por el camino de cabras hasta la N1 y continuamos hasta el campo de Jardbadsholar, donde te recibe un intenso olor a azufre desprendido por sus fumarolas. Justo detrás, están los baños de Myvath , más pequeños pero también menos conocidos que la Laguna Blue, lo que te permite estar más tranquilo, sin tanta aglomeración. Tras cruzar por el lago del mismo nombre que los baños y sus millones de mosquitos, llegamos a dormir a una pequeña casa de madera en Laugan.

Aleta de ballena.
Iglesia de Husavic.
   Día 7. Salimos con destino a Husavik con el objetivo de ver la ballenas. Como el tiempo no acompaña, hacemos una pre-reserva para la tarde y vamos a hacer una pequeña ruta de 45 minutos por el cañón del parque Nacional de Vatnajökull, cerca de Asbyrgi, punto de encuentro de las dos placas tectónicas que forman la isla. Al volver, el tiempo ha mejorado y partimos en busca de la ballenas. Tenemos la inmensa suerte de ver a una de ella dar un salto y salir del agua a escasos metros de nuestro barco. Solo eso hizo que mereciera la pena la excursión de 3 horas y el intenso frío, combatido con las prendas de abrigo que nos prestan a bordo.

Cascada Godafoss.

   Día 8. Paramos a ver, Godafoss, la cascada de Dios, de nuevo "seguramente la más bonita de Islandia", al igual que otras 4 ó 5 que vimos previamente ;-) . La cascada se ve desde la carretera y apenas hay que desviarse para llegar a la zona habilitada para dejar los coches.
   
    Desde ahí, solo queda un pequeño paseo a píe hasta llegar junto a ella. Es posible acercarse tanto como para tocar el agua, pero no hay ningún tipo de protección, por lo que conviene ser prudente para evitar accidentes.

  Después de aquí, seguimos ruta y hacemos parada técnica en Akureyri para que nos revisen un problema mecánico del coche y aprovechamos para visitar el bonito y bien cuidado casco histórico, la down-town.
Caballos en Islandia.
Akureyri.
    La última aventura del día es una excursión a caballo antes de llegar a dormir a un camping en Blönduós. Los caballos en Islandia son más pequeños que los del resto de Europa, por lo que son ideales para que los monten los niños. Otra diferencia es que tienen un paso más que el resto de razas. Nuestra guía, Marja, nos hizo pasar un rato muy agradable.

Hvitserkur.
   Día 9. Nos levantamos con la ilusión de iniciar la búsqueda de las focas en las playas del norte de la isla. Salimos de Blönduós y pasamos por el pueblo de Hvammstangi dirección a la formación rocosa de Hvitserkur, en la península de Vatnsnes. Es una espectacular roca de 15 metros de altura que emerge del mar a pocos metros de la playa con una forma que recuerda a un inmenso rinoceronte con el hocico sumergido. Su nombre significa "camisa blanca", y hace relación al color de las deposiciones de la gran cantidad de aves que habitan en ella. Pese a la belleza de la zona, es algo poco conocido por estar  fuera de la mayoría de los circuitos turísticos, lo que nos permitió dar un largo paseo por la orilla del mar cruzándonos únicamente con 4 ó 5 personas. Conseguimos ver una nutrida colonia de focas, pero a bastante distancia, lo cual nos deja un poco decepcionados. La vuelta hasta el coche nos ratifica el hecho de que el clima en Islandia puede cambiar de un momento para otro, y sufrimos un vendaval con una importante bajada de la temperatura que nos lo hizo pasar un poco mal hasta que conseguimos refugio en el coche.
Figura de piedra.
   Después de esto, volvimos a Hvammstangi para comer un poco tarde, después de haber encontrado las famosas figuras de personajes en piedra escondidas por distintos lugares y sus tradicionales secaderos de bacalao junto al mar.

   Llegamos a la península de Snaefellsnes,  en Grudarfjordur después de un pesado viaje. Las carreteras y la lluvia nos juegan una mala pasada, tenemos que circular más despacio de lo previsto y tardamos más de la cuenta en llegar al albergue de Hostelling International donde nos alojamos.


Focas en Islandia.
   Día 10. Este día vivimos una de las mejores experiencias de nuestras vidas. Después de haber prácticamente tirado la toalla en cuanto a nuestras esperanzas de ver focas a una distancia aceptable, conseguimos verlas en Ytri-Tunga. Las divisamos a lo lejos, en una playa desierta, aunque en un principio no estamos seguros de que lo que estamos viendo no sean piedras, ya que están a mucha distancia. Según nos acercamos, los excrementos recientes nos indican que si no están, al menos han estado allí hace muy poco. Seguimos acercándonos muy despacio procurando no hacer ruidos ni movimientos bruscos. Cuando estamos a unos 10 metros, decidimos dejar de avanzar y nos pasamos un buen rato observándolas en silencio, igual que ellas a nosotros. Poco a poco se relajan y vemos como bostezan, se dan la vuelta, alguna se tira al mar... Pasado un rato, muy a nuestro pesar, decidimos marcharnos antes de que suba la marea y nos atrape allí. Inolvidable.
Museo del pescador en Hellinssandur.
Playa de Djúpalónssandur.

   Pero antes de esto, pasamos por Hellissandur para visitar el museo del pescador, famoso por sus cabañas con el techo completamente cubierto de césped y todas ellas rodeadas de setos. Después, seguimos camino para bajar a la playa de Djúpalónssandur, donde intentamos levantar las piedras que usaban los pescadores para medir sus fuerzas y ver dónde reposan los restos del pesquero  Epine, que naufragó frente a sus costas el 13 de marzo de 1948 falleciendo 14 de sus 19 tripulantes.

Filetes de ballena.
    Aprovechamos la magia del lugar para hacer una rueda de energía entre todos.

   Terminamos la jornada cocinando los filetes de ballena en el albergue, con las ventanas abiertas para que no se dispare la alarma anti-incendios. El sabor nos recordaba bastante al de nuestra ternera, pese a que el aspecto crudo es muy diferente.

Panadería en Islandia.
   Día 11. Salimos con destino a Reikiavic y la Laguna Blue, parando para reponer fuerzas en una de panaderías-cafeterías que tanta fama tienen en Islandia comprando algunos panes y dulces. Damos fe de que merece mucho la pena pasarse por ellas y disfrutar de las delicias que preparan. Seguimos ruta y cruzamos el fiordo por el túnel bajo el mar de 5.770 metros por lo que pagamos un peaje de 1.000 coronas, que compensa la vuelta que nos ahorramos.
Catedral de Reykjavik.


Casas en Reykjavic.
   Nos recibe una ciudad completamente cubierta de nubes que apenas dejan pasar unos pocos rayos de sol. A pesar de ello, nos sorprende su casco histórico con sus casas bajas y vivos colores, sin duda para intentar compensar esa falta de luz solar que tienen a lo largo del año. Paseamos por sus calles y visitamos su moderna catedral. Aprovechamos para subir a lo alto de la torre y ver la ciudad desde arriba. Sin duda, la mejor vista de la ciudad.

Puesto de perritos en Reykjavic.


   No nos vamos sin parar a comer en el famoso puesto de perritos del puerto, y verificamos que tiene la fama bien ganada, por precio y sabor de sus perritos calientes.

Laguna Blue.
   Terminamos el día, y casi el viaje, visitando la mitad del grupo la Laguna Blue y la otra mitad paseando por la capital. Esta laguna es uno de los símbolos de Islandia. Es visita obligada para todos los turistas, sobre todo si no se ha estado en alguna de las otras lagunas termales de la isla. El estar tan cerca de la capital y el hecho de ser tan famosa conlleva el problema de estar siempre demasiado concurrida, aunque ello no impide poderse desplazar tranquilamente por sus calientes aguas (38ºC) y disfrutar de sus pozas o cascadas. Lo que sí es tarea complicada es tratar de encontrar un hueco en la sauna o sus baños de vapor sin una espera considerable. Tras nuestro paso por ella, volvemos relajados a dormir al albergue.


Aeropuerto de  Keiflavik.
Café Don Quijote.
   Día 12. Nos levantamos muy temprano, antes incluso de que abra la cafetería del albergue, que con su nombre nos hace un guiño que nos recuerda nuestro país de origen, para ir al aeropuerto de Keiflavik, elegido mejor aeropuerto de Europa en 2011, devolver el coche y embarcar con destino a Londres, pero sin ninguna gana de abandonar la isla. Es una pena que el viaje no pueda durar más. Nos volvemos enamorados de la isla, pero con una idea muy clara: volveremos algún día a Islandia.



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